
Hace muchos siglos, en las tranquilas aguas del lago Titicaca, emergieron dos figuras divinas: Manco Cápac y Mama Ocllo. Según la antigua tradición, fueron enviados por el dios Inti, el Sol, con una misión celestial. Salieron del lago Titicaca con un propósito divino: llevar la luz y el conocimiento a las tierras de los Andes.
Guiados por la sabiduría y la protección del dios Sol, Manco Cápac y Mama Ocllo emprendieron un largo viaje hacia el norte. Después de días de viaje, finalmente llegaron al majestuoso valle de Huanacaure. Allí, rodeados por imponentes montañas y un cielo azul sin fin, encontraron el lugar designado por el destino para cumplir su sagrada misión.
Adoraban al dios Inti con devoción y gratitud, pues su luz les otorgaba fuerza y guía en su camino. Se dedicaban con devoción a las enseñanzas de su padre celestial, difundiendo su mensaje de amor, armonía y prosperidad entre las gentes de las tierras que recorrían.
Sus nombres, Manco Cápac y Mama Ocllo, llevaban consigo un significado profundo. Manco, que significa «fundador», reflejaba su papel como el primer líder y guía de su pueblo. Mama, que significa «madre» u «origen», simbolizaba la protección y el cuidado que ofrecían a su gente.
Su misión fue clara y trascendental: fundar una ciudad próspera y floreciente que se convertiría en el corazón del gran Imperio Inca. Su padre, el dios Inti, les había entregado una barra de oro como señal divina. Esta barra, al ser hundida en la tierra con respeto y reverencia, indicaría el lugar exacto donde debían establecer la capital del imperio.
Con determinación y fe en su corazón, Manco Cápac y Mama Ocllo emprendieron la tarea de encontrar el sitio indicado para fundar la ciudad del Cusco. Sabían que su éxito no solo significaría la realización de su misión divina, sino también el inicio de una nueva era de grandeza y civilización para su pueblo.
Finalmente, al llegar al valle de Huanacaure, la brillante barra de oro se hundió en la tierra con suavidad, como si el mismo dios Inti guiara su camino. En ese momento, Manco Cápac y Mama Ocllo supieron que habían encontrado el lugar sagrado donde edificarían la gloriosa ciudad del Cusco, el ombligo del mundo y el corazón del Imperio Inca.
Y así, gracias a la determinación, el amor y la guía divina de Manco Cápac y Mama Ocllo, el sueño de fundar una civilización próspera y floreciente se hizo realidad en las tierras de los Andes. Su legado perduraría para siempre en la memoria y el corazón de su pueblo, recordándoles que con fe y sacrificio, los grandes sueños pueden convertirse en realidad.