Este museo de sitio se ubica muy cerca del balneario de Paracas (5 Km), dentro de la Reserva Nacional de Paracas, entre los yacimientos arqueológicos de Cerro Colorado y Cabezas Largas, en donde se han ubicado restos humanos de recolectores y pescadores con una antigüedad de 6,500 AC. En esta zona se encontró también una quena (especie de flauta) con decoración considerada como el primer instrumento musical del Perú.
Estos lugares fueron originalmente excavados por el Dr. Julio C. Tello y luego estudiados por el Dr. Frederic Engel de Suiza. El museo alberga colecciones de objetos provenientes de más de 110 sitios arqueológicos. De pequeño tamaño, posee una interesante exposición del proceso evolutivo de la cultura Paracas, ceramios tejidos y reproducciones de su vida cotidiana.
Los restos encontrados muestran un estilo de vida simple, dedicado básicamente a la pesca y a la recolección de mariscos. En el proceso evolutivo de la cultura Paracas se encuentran los conocidos y valorados textiles que son clasificados en la etapa Necrópolis de esta importante cultura.
Este museo lleva el nombre del arqueólogo peruano que descubrió y realizó las primeras investigaciones de la cultura Paracas en 1925.
Valiosas piezas Cultura Paracas, cerámica, textiles y fardos funerarios también pueden ser apreciadas en los museos de Lima, como el Museo Arqueológico del Perú, Larco Herrera, Museo de la Nación en la ciudad Lima.
Los cementerios Paracas
Las costas de Paracas son famosas tanto por la belleza de su paisaje natural como por la riqueza de sus rituales funerarios y la calidad de sus textiles, pero también por sus avanzados conocimientos de cirugía que datan de hace 2500 años: se calcula que casi 60% de los individuos a quienes se practicó trepanaciones craneanas consiguió sobrevivir a su intervención.
En 1925, el arqueólogo peruano Julio C. Tello descubrió los restos de la cultura Paracas. Sus esplendorosos mantos, testimonio de la visión mágico- religiosa que regía la vida social de esta cultura, se tejían en algodón, la lana de camélidos o material mixto, sobre los que se bordaban figuras con hilos de lana. Unos de los personajes más reiterados exhibe contornos humanos con elementos de ave y felino, y lleva asidos, a manera de cetros, cabezas degolladas, flechas, plantas y otros emblemas. Aparece erguido, de frente, de perfil o en pleno vuelo. La ocupación prehistórica de Paracas se remonta por lo menos a 5000 años A.C. La presencia temprana y estable del hombre impresiona si se considera que este medio ambiente de oasis y desierto cambió poco a lo largo de miles de años. Aproximadamente desde el 400 A.C. la península comenzó a convertirse en un inmenso cementerio. Generación tras generación fue enterrando a sus difuntos en la arena del desierto, y de esta manera fue dando forma a un verdadero territorio de muertos. Las estructuras funerarias de esta época son profundas y tienen forma de botella: una amplia cámara subterránea capaz de alojar a 30 o 40 individuos envueltos en telas, a la que se accede a través de un pozo estrecho a alargado. Por esta razón, se ha llamado a esta etapa de la historia local Paracas Cavernas. Cientos de estos entierros fueron descubiertos por Tello en los años veinte, fundamentalmente en la zona de Cerro Colorado, cerca de la cual se encuentra el Museo de Sitio Julio C. Tello.
Hacia el 200 A.C. las costumbres funerarias cambiaron. En esta nueva etapa, a la que se conoce como Paracas Necrópolis, los individuos agrupados fueron enterrados a poca profundidad, muchas veces entre la basura y las casas de las ocupaciones anteriores, aunque siempre en la forma de fardos envueltos en textiles colocados unos junto a otros. De los cementerios de este tipo, Wari Kayan y Cabeza Larga, provienen muchos de los mejores exponentes del arte textil y de la cirugía prehispánicos. Las telas- producto del trabajo creativo con algodón y tintes naturales- que envuelven a los individuos enterrados constituyen uno de los logros más espectaculares de la técnica y la estética andina. A lo largo de una historia compleja, la península resultó también atractiva para los habitantes de comarcas adyacentes: las vasijas de cerámica halladas en los entierros Paracas Necrópolis, especialmente en los más recientes, delatan una serie de patrones culturales que tiene su origen en los valles situados inmediatamente al norte: Pisco y Chincha, zona de civilización de la cultura Topará.